Negociar o no Negociar, allí esta el dilema
Negociar o no negociar, allí esta el dilema |
La
verdad es que, por un montón de razones, a mí no me gusta hablar, por estos
medios y con todo el mundo, de lo que ocurre en Venezuela. Pero, como una de
mis líneas de investigación es la cooperación, y por ende la negociación, caer
en la tentación es imposible.
Gobierno
y oposición, después de dos años críticos y desperdiciados, han decidido que de
nuevo es necesario sentarse a negociar. De nuevo han invitado al reino de
Noruega para que funja como mediador. De nuevo se han alzado voces a favor y en
contra. De nuevo, a simple vista, parece que hay un verdadero anhelo por
resolver este problema. Pero, cuando uno se toma el tiempo de ver con
detenimiento lo que están haciendo los principales actores a uno le entran
muchas dudas. ¿De verdad desean los dos bloques en pugna resolver la crisis
venezolana? ¿Es de verdad la negociación la salida idónea a la crisis?
La
Resolución Alternativa de Conflictos siempre será preferible a las dos opciones
que nos quedan: la guerra o mantenernos en la crisis perpetua. Así
que la respuesta a la segunda pregunta es: Sí, un proceso de negociación es la
mejor salida. Tal vez no la esperada, ni la más deseada por todos los
venezolanos, pero es mejor a lo antes dicho.
Ahora en cuanto al deseo que tienen los diferentes actores de resolver
la crisis por un proceso de negociación, yo no estoy tan seguro ¿Por qué? Sencillo: ellos no están cumpliendo
con los pasos necesarios para llevar a un proceso. Es evidente que no son
sinceros en posturas y acciones. Pero, antes de dar una respuesta, veamos las
razones tras ellos.
EL PUEBLO
El
Pacto de Punto Fijo —sí, tengo que echar para atrás— fue un pacto de conciliación
de élites. Los partidos políticos, y otros actores, en aquel entonces
decidieron que llegar a un gran acuerdo de gobernabilidad era mejor que vivir
en la crisis perpetua, donde un partido político le daría un golpe al que
estuviese en el poder si no le gustaba lo que estaban haciendo. Este pacto era
una obra de ingeniería política que vista, desde el punto de vista ideal, podría
haber funcionado como una maquina bien engrasada. Pero, en la práctica no
resistió nada. El pacto se incumplió al año, cuando por el contexto internacional
se excluyó a uno de los actores. Con el tiempo el pacto se estancaría y tendríamos
40 años de estabilidad y decadencia que terminaría en un proceso turbulento,
donde un líder populista, un outsider surgiría y “romperia la rueda”.
Hugo
Chávez, como buen outsider, trajo consigo grandes cambios en el quehacer político.
La dinámica a la que estábamos acostumbrados se trastocó. Y Venezuela salió de
la apatía política; pero, lentamente se fue deslizando hacia una polarización y
radicalización.
El
discurso militarista y beligerante del Presidente Chávez generó toda una suerte
de reacciones, siendo la más importante la noción de que la política es algo
existencial, en vez de agonal. Y por lo tanto, que cualquier intento de
negociar, mediar, conciliar o pactar es malo. Para el imaginario político del
venezolano, la noción de llegar a acuerdos, construir espacios políticos y todo
lo demás era igual que entregarse. La política no es un juego donde todos
ganan, sino un juego de suma cero.
Esta
forma de pensar caló profundamente en ambos espectro de la política, y por lo tanto tenemos que el
venezolano no quiere saber nada de negociar. No sabe que es, no le interesa,
pero este gobierno ha tratado de valerse
de ella.
Con
esta “pata coja” no es de extrañar que todos los procesos de negociación o diálogos
que se han realizado no tengan resultados concretos, y se vean solo como paños
calientes.
En
este momento histórico, donde la oposición
y ciertos factores desde el sistema internacional, generaron en el pueblo
venezolano una serie de falsas esperanza, convencer a la gente de que negociar
es lo mejor, además de que debe aceptar lo que resulte de ese proceso de negociación
será complicado.
EL GOBIERNO
Como ya vimos en el discurso gubernamental la idea de negociar es algo incoherente, en cierta medida va contra su narrativa beligerante y militarista. Vale la pena recordar, que van muchos proceso de negociación, y estos han dado poco resultados, debido a que el gobierno ha usado la noción de mediar o negociar para ganar tiempo, lavar su cara o aparentar que ellos son los que tienen las mejores disposiciones para negociar. Pero, en el fondo, no ha sido así.
Las
negociaciones adelantada por el gobierno lo que han servido ha sido para
aplacar los ánimos uno que otro momento, o para ganar puntos con EE.UU. o los
gobiernos aliados.
En
la actualidad su deseo de negociar hace ruido. Es evidente que la situación crítica
producto de la pandemia, las malas prácticas económicas y —hasta cierto punto—
de las sanciones han puesto al gobierno en un predicamento. Esta situación
comprometida, y al percepción de que la actual administración demócrata es
menos beligerante que la republicana, los ha movido a tratar de sacar adelante
la situación política. Este hecho es loable, pero llega tarde. No solo eso,
sino que está basado en presunciones erradas; siendo la principal que el
verdadero actor con el que ellos desean negociar es EE.UU. no la oposición venezolana.
Valga la pena decir: este actor político no
tiene ni la mínima intención de negociar con el gobierno venezolano. A
pesar de ello, tienen que hacer el intento.
Este
proceso de negociar manda una clara señal: nosotros
estamos dispuestos a buscar una solución a la crisis. Pero, por el otro
lado también pone en evidencia el hecho de que no son sinceros ¿Por qué? Sencillo: las exigencias que
hacen, de entrada, son imposible de cumplir por la oposición.
La
oposición no puede levantar las sanciones; quienes lo pueden hacer son los
estadounidenses, y no lo harán. En gran medida se debe a que estas fueron
resultado de una serie de pactos y acuerdos, levantarlas implicaría ponerse a
negociar alrededor de ese tema y es muy probable que entre republicanos y demócratas
no exista nadie que desee levantar las sanciones o ponerse discutir o
negociar. Las otras solicitudes son más difíciles,
si los americanos no van a levantar las sanciones, muchos menos “van a devolver el dinero que tomaron”. Y
en cuanto a reconocer al Asamblea, la oposición venezolana es muy cabezona,
reconocerla implicaría desconocer a la entelequia que ellos denominan
Interinato, por lo tanto no lo harán.
Con
esas exigencias de entrada, es evidente que el gobierno no desea construir
confianza, no tienen la intención de facilitar nada y, mucho menos de sentarse
a negociar.
OPOSICIÓN
Este
grupo, que está fragmentado, disperso, molesto, confuso y no movilizado también
demuestra que no tiene ganas de resolver esto por vías alternativas. Para empezar,
desean negociar cuando ya no tienen fuerza. El interinato es quemado. No tienen
el mismo apoyo que antes, no tienen nada con lo que hacer presión y pocas cosas
que ofrecer. El gobierno desea
reconocimiento y que participen en los procesos electorales, pero eso implicaría,
para la oposición, el reconocer que todo lo que hicieron durante dos años fue
una pérdida de tiempo, además de que han construidos faltas expectativas y
castillos en el aire.
¿Cuándo
debieron de negociar? Pues en el 2019 cuando Guaidó estaba en la cresta de la
ola y el gobierno tenía miedo que comenzaran a llover bombas y marines. En ese
momento era crítico y conveniente hacerlo, porque tendrían algo con lo que
hacer presión. En estos momentos carecen de una opción de fuerza.
Ahora,
si vemos sus exigencias son menos molestas que las hechas por el gobierno, pero
también son difíciles de aceptar. Las dos primeras no presentarían problemas
para el madurismo, pues estos podrían decir que con el nuevo CNE se ha
adelantado ese proceso. Además dirían:
siempre hemos estado abierto a la observación internacional y el acompañamiento
en los procesos electorales. Lo aceptaremos, pero ustedes tienen que PARTICIPAR.
Y ¿Al final del día eso no es lo que
desea el gobierno? Por último,
tenemos el dardo envenenado, que nos dice que no hay una voluntad de cooperar:
el gobierno debe liberar a todos los presos políticos. Eso es imposible ¿Por
qué? Pues estos son los rehenes del gobierno. Son algo que ellos saben que la oposición
desea y son un punto de honor que podría negociarse, son una pieza importante
que no van a ceder.
CONCLUSIÓN.
Un
proceso de negociación requiere de una serie de pasos, donde los más
importantes son: el reconocimiento del otro, identificar los intereses del
adversario y construir confianza, además de establecer cuál es la zona de acuerdo
posible y cual no. De todos ellos, la construcción
de la confianza es el más importante. Sin este factor no se puede hacer nada. Sin
él todo es una pérdida de tiempo y nos dice que nada será creíble.
Dado
que el gobierno está poniendo la vara muy alta. Y la oposición poniendo unas
trancas muy grandes, además de no tener mucho que ofrecer, nos queda claro que
ninguno de los dos, al menos por este momento, desea una solución. Pero, por
encima de todo, ninguno de los dos bandos tiene claro lo que desea o como
resolver esta crisis.
Al
margen de ello, no podemos negar que siempre será mejor negociar que matarse.
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