Hablemos del proceso electoral venezolano: análisis y prospectiva.
Escribir
sobre lo que ocurre en el país es difícil. No se puede negar que el elemento
emocional puede afectar el juicio. Y, cuando se expone por un medio como este,
la cosa es peor. Pero, lo que está ocurriendo es tan movido e interesante, que
negarse a hablar sobre ello es una tontería. Tanto el elemento emocional, como
el académico pujan para tratar de comprender lo que pasó, está pasando y puede
pasar.
El
domingo pasado Venezuela llevó a cabo un proceso electoral que estaba
programado. Las elecciones de la Asamblea Nacional, guste o no guste, debían
hacerse este año. Fue un proceso controvertido, empezando por el contexto: nos
encontramos en medio de una pandemia. Se temía, como se temió en muchas partes
del mundo, donde se dieron procesos electorales, que el evento aumentaran las
cifras de contagiados. Por suerte, no fue así.
Entre
los eventos que hicieron que estas elecciones fuesen controversiales se
encuentran:
- Se designó un nuevo CNE, producto del consenso de algunos actores político, pero aun con un fuerte sesgo a favor del gobierno.
- Se utilizaron nuevas máquinas electorales y un nuevo software,
- La campaña fue muy corta y dada las condiciones impuestas por la pandemia, fue un proceso cuesta arriba para todos.
- También debemos tener presente que se aumentaron los curules en la Asamblea, además se cambió el sistema electoral,
- Y no participó toda la oposición venezolana.
Este
último punto es relevante por una serie de factores. El primero es que antes de
esta elección, muchos partidos políticos fueron intervenidos, lo que generó un
cisma dentro de esas organizaciones políticas. La oposición se ha dividido en
dos: 1) los que se beneficiaron de la intervención y 2) aquellos que no
deseaban dicho cambio. La verdad sea dicha, aunque a mí no me agradó la
intromisión del Estado dentro de la dinámica interna de muchos partidos
políticos, pero lo cierto es que, en muchos hacía falta un cambio.
Siendo objetivos y coherentes, no se puede
esperar librar al país de un gobierno autoritario, tampoco puede llamarse uno demócrata, y dentro de su casa
ser más tirano que el mismo gobierno. Eso, señores, es una falta de coherencia
que le hace un flaco favor a cualquier sector opositor. Y muchos partidos
políticos, entre ellos Acción Democrática no renovaban su dirigencia desde
hacía años.
El
segundo factor es el descontento y
apatía del electorado opositor. Ya la gente ha perdido la fe en los
procesos electorales. Esto se debe, entre otras cosas, a que los inventos de la
dirigencia opositora desmovilizaron a su electorado. Las sucesivas derrotas,
los inventos fallidos, más la crisis, ha hecho que la gente pierda las
esperanzas.
A
pesar de todo lo dicho, el gobierno decidió llevar adelante el proceso
electoral. Al fin y al cabo, en 2005 toda la oposición se abstuvo de ir a las
elecciones legislativas y el gobierno ni se inmutó. Esta vez, al igual que en
el 2005, el gobierno decidió hacer sus elecciones. Pero, los resultados no
fueron similares a los de hace 15 años. Esta vez, aunque muchos dentro del
gobierno canten victoria y digan que arrollaron a la oposición, lo cierto es se
obtuvo una victoria pírrica en términos sustantivos.
¿Por
qué? Pues porque el gobierno compitió con una oposición hecha a la medida y de
menor tamaño, porque no participó TODO
el electorado opositor y porque les costó mucho mover a su propio electorado.
Esto se ve con claridad en el hecho de que la abstención rondo 69%.
Comparado
este resultado, con los otros procesos electorales podemos darnos cuenta que la
poca participación ha aumentado mucho. En el 2015 la abstención fue de 26%. Y
en la de 2017, proceso en el que solo participó el electorado chavista, la
abstención fue de 39%. Si comparamos esa
abstención con la actual —que comparte más o menos las mismas características—
vemos que la abstención casi se duplica. Lo que nos dice lo siguiente: el
electorado chavista no está participando en el proceso. El Gran Polo Patriótico
está perdiendo apoyo.
Uno
podría esgrimir que eso se debe a que el electorado chavista está participando
solo, no tiene la sensación de amenaza. Pero, en el 2017 fue un año movido y
había mucha amenaza y aun así, la abstención aumento sustancialmente si se compara
con el 2015. Para ser exacto la diferencia es de 14%. También se podría argumentar que es campaña
tan corta no ayudó, que la crisis jugó en contra, entre otras cosas.
Pero,
lo cierto es que el electorado chavista no estaba de ánimo. En efecto, la crisis
jugó un papel muy significativo, pero no decisivo. Pues, de acuerdo a los
medios, el gobierno ofreció comida, bonos, un sinfín de dadivas. Los
patrulleros fueron a buscar a la gente para votar, y aun así no lograron
arrastrar su maquinaria. Ese remate a las 6 de la tarde, al que nos tenían acostumbrado no ocurrió.
Solo los adultos mayores, quienes temían perder su seguridad social, salieron a
votar temprano. En realidad, votaron por una mezcla de deber cívico sumado al
temor de perder ese derecho.
Lo
cierto es que hay cierta desafección. La gente está cansada, tratando de
sobrevivir y ya no se identifican con cualquiera de los polos en lucha. Es muy
posible que la gente que apoyaba al gobierno perciba su situación desde un
punto de vista más crítico. ¿Qué quiere
decir eso? Que tal vez estén viendo que el verdadero responsable de sus
problemas es el gobierno. Eso puede pasar porque consideren que sus problemas
son producto de la mala gestión gubernamental o de la incapacidad de gobierno
de resolver los problemas. Como sea, la cuestión radica en que quienes detentan
el poder no son capaces de responder las demandas del pueblo y, en especial, de
su electorado y eso ha pasado factura. En este caso podemos decir que gestión y
gobernabilidad han sido las variables de peso que condicionaron la
participación del electorado chavista.
Ahora
bien ¿Qué reto presenta esta abstención? Considerando que el año que viene se realizara
elecciones de gobernadores y alcaldes, si el chavismo no entiende este
fenómeno, si no hace nada para rescatar la fe de su electorado, este fenómeno
se repetirá. Entonces, nos veremos con un escenario similar: el chavismo tendrá
la mayoría de las gobernaciones, pero la abstención superara el 69%. Si ahora
votaron cerca de 5 millones de venezolanos, para aquel entonces la cifra podría
ser de 3.000.000. La sombra de ilegitimidad sería muy grande para ocultarla.
Aunque, temo que al gobierno le importe poco.
Por
cierto, si es verdad lo que salió en una reseña de EFE, que la oposición
venezolana plantea hacerle frente al gobierno en las próximas elecciones,
deberían sopesar muy bien la desafección. Su electorado no solo ha perdido el
afecto hacia la oposición, sino que tiene mucho tiempo desmovilizado, por lo
tanto el trabajo que ellos deben hacer es más grande. Y si tomamos en cuenta
que están divididos y atomizados, estos la cuestión se hará cuesta arriba. Lo
que puede jugar a su favor, si lo saben manejar, es que podría explotar la
pésima gestión del gobierno, pero eso no funcionará de la misma forma en todas
las gobernaciones.
En resumen:
el gobierno debe recuperar la confianza de su electorado. Ello debe pasar por
hacer algo más que dar regalos o culpar al malvado Imperio Estadounidense y a
los opositores apátrida. Ese As ya no lo pueden seguir usando, porque la gente
no lo cree. Y, en el caso de la oposición le toca una tarea más difícil, pues
después de vender la abstención y la negativa a participar en las elecciones
desde el 2017, y después de haber desmovilizado a su gente, tienen que
convencerlo de lo contrario. Y desterrar una idea bien vendida por otra que es
contradictoria… bueno hará falta mucha publicidad, un buen discurso y un
excelente liderazgo carismático… el cual, por cierto, ya no poseen.
Por
último, hay que tocar el tema de la Consulta. Esta tiene la finalidad de
determinar si la actual AN, que preside Juan Guaidó, mantendrá continuidad más
allá del 5 de Enero de 2021. Dicha consulta tiene de entrada muchos problemas
entre tenemos: a) la forma como se está llevando a cabo b) el desconocimiento
de las preguntas c) la propuesta no está contemplada en la Constitución y no se
ha realizado dentro de un marco institucional d) no es vinculante y quienes la
plantean no tiene forma de hacerla vinculante.
Así
las cosas, nos encontramos frente a un ejercicio electoral que resulta ser una
entelequia. Dicho evento solo tiene una cosa a su favor: se realiza después de
unas elecciones chavista, a diferencia de aquella consulta que la oposición
hizo antes de que el gobierno realizara las elecciones para la ANC. ¿Por qué es importante? Sencillo, sea
cierto o no, ellos podrán decir que tuvieron más participación y que doblaron
los resultados obtenidos por el gobierno en las elecciones del 6D2020.
¿Cuál
es el escenario en este caso? Sencillo: dirán que la consulta fue exitosa.
Dirán que el pueblo quiere que se queden hasta que cese la usurpación.
Entonces, el interinato debe vivir un año más y tendremos 2 asambleas
nacionales. Así pues, el próximo año habrá una pelea asombrosa entre dos
borrachos por una botella plástica vacía. Pero, la duración de dicha disputa
puede continuar o morir el 20 de enero de 2021 cuando asuma Joe Biden. Si el
próximo presidente le da su respaldo, probablemente ocurra algo parecido a
enero de 2019. En caso contrario, todo el interinato se va a desinflar.
Así
que hay que esperar a ver qué pasa. El peor escenario será el siguiente: en el
2021 seguiremos en esta crisis institucional y habrá dos Venezuela. Lo triste
es que no tendremos una Venezuela del Este y una del oeste, o una Venezuela del
Norte y una del Sur o una Venezuela Bolivariana y una Venezuela Democrática.
Sino que será una Venezuela real (vapuleada) y una Venezuela virtual que existe
en la Afrodita Urania. Una cosa virtual, algo propia de una mala novela
cyberpunk.
¿Hay
una solución? Pues ella, aunque no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que
dice, la dio Henrique Capriles Radonski en esta entrevista para BBC Mundo. Y
es: reinventarse, crear nuevos liderazgo y dar la pelea en todos los espacios.
Nadie vendrá a salvar a Venezuela
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