AMLO y el fin de la OEA
El
24 de julio de este año, en un acto donde se conmemoraba el natalicio de Simón
Bolívar, Andrés Manuel López Obrador (AMLO)
el actual presidente de los Estados Unidos de México, puso sobre la mesa
una serie de ideas, siendo la más interesante, la necesidad de dar fin a la
Organización de Estados Americanos (OEA)
para crear una organización que esté en consonancia con los Estados
latinoamericanos y que se asemeje, o al menos reúna el espíritu, de la Unión
Europea (UE).
Estas
declaraciones son interesantes, especialmente viniendo de un presidente
ambiguo. Al día de hoy, no me queda clara la postura de AMLO. Y no solo ha sido
ambiguo frente a las posturas ideológicas, sino que tampoco resultó ser el
peligro que muchos profetizaron durante su carrera presidencial. A fuerza de ser sincero —Yo tuve que seguirla
por trabajo—, AMLO se desinfló. No cumplió mucho de lo que prometió, ahora nos
queda la duda de si va a cumplir la
promesa de dejar la presidencia.
Como
sea, debemos estar atentos. Pero, la idea de este artículo no es evaluar su
desempeño como presidente. No, lo que quiero hablar aquí es de lo inviable de
su propuesta.
A primera vista, la misma no es nueva. Ya el expresidente
Hugo Chávez, en su momento, dio pie a muchas organizaciones regionales cuya
finalidad era excluir a EE.UU. y fortalecer el regionalismo. Amparado en los “ideales integracionista de Simón Bolívar”
propuso y ejecutó cosas como: la Alianza Bolivariana para los pueblos de
América (ALBA), La Unión de Naciones
del Sur (UNASUR) y la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Además de que trató de integrar Mercosur
con UNASUR, sin éxito. Ya también
creó la controversial Petrocaribe.
Todas
estas aventuras realizadas por el presidente venezolano se vieron concretadas
gracias a que Venezuela se encontraba en la cresta de la ola petrolera. Pero,
cuando la crisis económica se agudizo, el presidente Chávez falleció, estas
organizaciones se desinflaron. El ALBA es algo que está allí tambaleándose. Petrocaribe,
por su parte, es una palanca que mueven cuando la necesitan, pero como ya no
estamos en la OEA, no sabemos qué tan útil sea. UNASUR murió, al abandonarla
Brasil y Argentina cuando hubo cambio de gobierno y al final fue Lenin Moreno, expresidente
ecuatoriano, quien le dio la puntilla. Queda en el aire CELAC, que no tiene peso. Y,
por su parte, Mercosur volvió a su cauce.
Como
ustedes pueden leer, todas estas organizaciones se desenfilaron en su momento,
porque respondían a un proyecto ideológico, que se sustentaban en parapeto económico.
Cuando el dinero se acabó, la organización se desinfló. Pues, hasta cierto
punto, respondían al momento y al hecho de que la región —como suele hacer—
estaba oscilando hacia la izquierda.
Este
recorrido nos permite ver los dos grandes problemas que tiene el regionalismo
en América Latina, además de ser los obstáculos que echarían para atrás la
propuesta de AMLO: ¿Quién pagará las
cuentas? Y ¿Cómo crear una organización
que concilie a todos? Por otro lado, las aspiraciones del presidente
mexicano es la de llegar a crear algo parecido a la UE. Pero, tal cosa es
imposible, porque Latinoamérica, a diferencia de Europa, no tiene economías complementarias.
Y no solo eso, sus economías suelen ser muy dispares: México, Brasil y
Argentina son muy grandes, pero algunas de ellas —en especial Argentina—,
suelen sufrir una serie de crisis cíclicas, esto significa que de vez en cuando
se desinflan.
En
los procesos de integración, algunas economías deben soportar a las demás,
llevarlas en los hombros, hasta que se puede valer por sí misma. En el caso de
la UE, han sido Francia, Alemania y hasta cierto momento los británicos. Es por
eso, que siempre han llevado la batuta. Pero ¿qué pasaría en América Latina? ¿Podría México o Brasil pagar los
platos rotos por Venezuela o Ecuador o Bolivia? Lo dudo.
Así
las cosas, estamos muy lejos de alcanzar un proceso de integración. En especial,
porque nosotros no entendemos los pasos que se deben llevar a cabo. Los procesos
de integración son graduales, empiezan por el apartado económico y terminan en
el político. Esto significa, que los Estados irán cediendo un poco de soberanía
a cada paso, mientras su economías se van complementando y articulando. Vale la
pena destacar, que en Europa no han logra dar el último paso del proceso: la integración política, con ello se
haría de la UE un organismo verdaderamente Supranacional.
En
nuestra región seria difícil, porque como ya dije, los Estados no son económicamente
complementarios. Por otro lado, también sería complejo, porque tenemos la
tendencia a crear organizaciones Ad Hoc, basadas en ideales muy bonitos
(integración, que América Latina no sea lacaya de otro Estados, entre otras)
con metas nobles y lejanas. Pero, no contemplamos que estamos haciendo la casa
por el techo, sin tomar en cuenta las bases, la estructural, los formalismos y
las leyes. Así pues, creamos castillos en el aire, que carecen de
institucionalidad y que, cuando la piedra que lo sostenían es removida se viene
abajo. UNASUR se vino abajo cuando la tendencia ideológica de la región cambio,
Chávez murió y el dinero venezolano se acabó. En síntesis: no somos dados a fortalecer las instituciones.
Otro
punto que se complementa con el anterior es la nuestra tendencia a la reivindicación
de la Soberanía. Pieza clave y piedra de tranca de los procesos de integración.
¿Podría América Latina alcanzar la integración
cuando el gobierno de cualquier Estado vive reclamando o reivindicando la Soberanía?
Mientras en la región no hagamos los
ajustes necesarios y sigamos pensando que los procesos de integración son
sencillos. Que son una mera cuestión de soplar botella y hacer una obra de
arte, siempre nos mantendremos en el Eterno Retorno.
Por
último, vale la pena preguntarse ¿Tiene
sentido y cumple la OEA con su función? Pues en las crisis recientes y
gracias a la actitud de su Secretario General, esta organización ha demostrado
ser totalmente ineficaz. Es, hasta cierto punto, una entelequia. Empezando, por
el hecho de que se ha vuelto un club de expresidentes y diplomáticos venidos a
menos, terminando el hecho de que dicha organización carece de los mecanismos
necesarios para alterar el comportamiento de los Estados. O dicho en términos sencillo:
el derecho emanado de su seno no es
vinculante. Sus sanciones son más simbólicas que otra cosa.
La
OEA no es una organización mediadora, ni da soluciones, ni es un espacio para
disertar. Y hasta ahora, ha demostrado una parcialidad y que responde a la
agenda de su Secretario. Pero, debido a que esta tiene una estructura consolidada,
y es una de las organizaciones más vieja del hemisferio, la OEA no debería ser destruida, en cambio necesita un lavado de
cara. Tal vez una suerte de transformación para que sea un organismo mucho más útil.
Es
por ello, que el presidente de México debería estar apuntando a una reforman de
la OEA que a la creación de otra entelequia que estaría bajo la su égida. Porque,
es evidente que esto es mera retórica y un intento de por parte de este
presidente para llamar la atención.
Aun
así, no debemos ignorar lo expuesto por AMLO, quien ha puesto el dedo sobre la
llaga al demostrar que necesitamos que esta organización funcione mejor. Ahora queda
esperar a ver si prestaran oídos al mensaje.
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