Ciencia Ficción y Política II


Distopías y Utopías




El primer artículo tenía como finalidad prefaciar la reseña de la novela de George Orwell 1984, pero el tema se me fue de las manos. Aunque, para ser sincero, era necesario presentar bien las cosas. A diferencia de lo expuesto en otros blogs, aquí debemos dejar las cosas un poco más claras. Al fin y al cabo, este blog tiene una finalidad académica.  


Siguiendo esa línea de pensamiento, es necesario hablar de algunas de las variantes de la ciencia ficción para comprender su vínculo con la política. Y es que, si bien a todas ellas se les puede realizar una lectura o interpretación política, lo cierto es que existen géneros que tienen una mayor cercanía a nuestro objeto de estudio. También, hay autores que pueden, o no, darle más peso a este aspecto sin importar el subgénero dentro de la literatura de ciencia ficción.

En el artículo anterior se dijo que la ciencia ficción había presentado dos grandes momentos. El primero en sus orígenes algo difuso, en el cual la ciencia ficción era muy colorida y comenzaba a ser repetitiva. Aun así, vale la pena destacar que hubo obras relevantes. El segundo momento fue la nueva ola, donde los autores la llevaron por otros derroteros, dándole a  la ciencia ficción un tono diferente. Por último, hubo un momento donde la ciencia ficción se hizo más científica, especialmente cuando la exploración del espacio exterior reveló que nuestras concepciones sobre el sistema solar estaban erradas.

Este devenir de la ciencia ficción nos permite, a su vez, hacer  otra división. En esencia, este tipo de literatura especulativa se puede dividir en dos grandes grupos: ciencia ficción dura y ciencia ficción blanda.

La primera es aquella donde elemento científico está más apegado a la realidad. Se hará más énfasis en lo científico. Eso sin importar,  si la historia está ambientada en el siglo XX, XXI o 40K. Mi primera aproximación a este tipo de ciencia ficción dura —algunos dirán que no es tan dura— fue la novela Espacio Revelación de Alastair Reynolds. Hay un montón de novelas de este estilo. Algunos autores se apegan más o menos al elemento científico.

La segunda noción es la ciencia ficción blanda. Esta variante mantiene los elementos especulativos pero no hace énfasis en lo científico. Y cuando me refiero a que no hace énfasis, es que no siempre explica cómo funciona un  descubrimiento o las leyes de la física. No hay un estricto apego a lo científico. Por ejemplo: ¿Qué en la realidad no se puede superar la constante universal, entiéndase superar la velocidad de la luz? Pues aquí se puede, la cuestión importante es el tema.

También suele denominarse blanda —y aquí es donde comenzamos nosotros a restregarnos las manos— porque suele abordar el impacto social, económico y político de la tecnología en un pueblo o civilización. En algunos casos, he dicho algunos, lo de blanda hace alusión a las ciencias sociales.  Aunque lo dicho no es excluyente, la ciencia ficción dura puede hacer lo mismo. En El Problema de los Tres Cuerpos del escritor chino Liu Cixin, el autor hace un recorrido de la historia del siglo XX. Es más, dedica un apartado a Venezuela y cuenta la caída del chavismo.

Hasta aquí todo bien. Luego habría una tercera vertiente que ya es la ficción fantástica, o la ciencia ficción fantástica, donde cabría toda la ciencia ficción de la época pulp y algunas mucho más suaves, como por ejemplo Star Wars. Comprendido esto podemos entrar en materia.

 Dentro de la ciencia ficción —y bien ubicada en la ciencia ficción blanda— existe un  subgénero que tiene un gran impacto en la política y los lectores. Este género hasta presentó un boom en el cine, TV y la literatura reciente. Me refiero a la literatura distópica.

Por distopías se ha entendido a toda la literatura  especulativa —en especial la ciencia ficción— que se considera lo opuesto a la utopía. Todos sabemos que la palabra Utopía viene del libro de Tomás Moro y que significa “no lugar”. En esa novela el Santo Patrón de los políticos planteaba, en modo satírico y encubierto, una crítica a su sociedad y gobierno a la par que hacia una propuesta para una nueva sociedad y un mejor gobierno. Debido a que su propuesta era idealista y pacífica, además de imposible de alcanzar, se denominó utópico a todo el lenguaje que apuntará a la creación de sociedades y espacios ideales, carentes de conflictos.

Las distopías, por su parte, son el reverso de este tipo de literatura. Nos presentan una sociedad, aparentemente utópicas. Pero, cuando se rasca la superficie nos encontramos con un sistema de control férreo que permite el funcionamiento de esta utopía. Lo que en cierta forma pone en evidencia una gran premisa: muchos planteamientos funcionan a la perfección en el plano de las ideas, pero otro bien diferente cuando se llevan a la práctica. Por lo tanto, se puede afirmar que la distopía es: una utopía que algunos han intentado llevar a la realidad.

La literatura distópica nació en el año 1921, cuando el ingeniero ruso Yevgeni Zamiatin publicó la novela «Nosotros», donde presentó a unos seres sin nombre que sufren bajo el yugo del poder absoluto. Esta novela, junto a otras conformaría el cuadrilátero de los  clásicos: «Un mundo feliz» de Aldous Huxley, «1984» de George Orwell, y «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury. Dichos textos exploraran el totalitarismo, la industrialización y las guerras mundiales, además de tratar temas como la eugenesia o la erradicación de la cultura.

La distopía, como género literario, presenta una serie de características o requisitos para considerarse como tales:

  1. Una crisis previa que justifique el sistema de control
  2. Un sistema de control, unido a un aparato gubernamental que permitirá someter a los individuos.
  3. Uno o más personajes, que debido a una causa determinada —que puede o no ser traumática, pero con frecuencia lo es— caiga en cuenta de que toda su realidad es una maquinaria inclemente que lo oprime.
  4. Un enfrentamiento contra el sistema, el cual puede ser a pequeña o gran escala.
  5. Y la fatalidad cuando el o los protagonistas descubren que no se puede escapar del sistema. Aquí la cosa empeora, porque el o los rebeldes pasan a ser los malos.


De todos los requisitos, el indispensable es el último. ¿Por qué? Pues una obra distópica tiene como finalidad advertir y criticar. Concientizar. Pero también agobiar, ya que el impacto o trauma incita a la reflexión. Si una distopía se resuelve —puede hacerse, pero autor debe dejar el final abierto— entonces se pierde la intención del texto.

Tomando en cuenta lo último que he dicho, es evidente que algunas de las novelas y adaptaciones cinematograficas y televisivas que nos han vendido como distopía, no lo son. Sí, damas y caballeros: Juegos de Hambre, Divergente y El Corredor del Laberinto (para mencionar las que recuerdo) en el sentido más estricto de la palabra no son unas distopías. ¿Por qué? Pues hay una solución y un final feliz. Se ha roto el esquema (El corredor del laberinto y toda su saga no tiene ni pies ni cabeza, solo lo meto por consideración).

Es por ello, que para no reventar del todo con el género, un youtuber conocido como el Geek Furioso de la Literatura acuñó el término Distopía Juvenil; como un género que combina los elementos de la literatura juvenil con la distopía, pero como una buena cabra tira pal monte.
Volviendo a lo que nos interesa, queda patente el peso o cariz político que presenta este subgénero dentro de la ciencia ficción. Por ello: «Un mundo feliz» de Aldous Huxley, «1984» de George Orwell serán analizadas en este blog  («Fahrenheit 451» de Ray Bradbury no lo será, porque no la terminé de leer, no pasó la regla de la página 100 y dudo que haga el esfuerzo de leerla. Vi la adaptación cinematográfica o televisiva, reciente y aun así no estoy seguro. Si decido hacerlo, será sobre la obra audiovisual) ya que todos observamos el paralelismo entre nuestra realidad y estas obras. Y es que, a veces, parece que ciertos gobiernos tomaron estas novelas y dijeron: ¡oh mira! Aquí hay un manual sobre como gobernar. Es más corto e interesante que El Príncipe…. Vamos a seguirlo a pie de la letra. Wiiii.

Así pues, como personas, y como estudiantes de ciencias políticas debemos conocer está obra y su interpretación. Cada vez se hace más necesario manejar este tipo de obra, no vaya a ser que en el futuro sea necesario para sobrevivir.



Comments

  1. Me pregunto si esos señores que escribieron esas historias, alguna vez imaginaron que se acercarían tanto a la realidad.

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    1. Por Huxley y Bradbury no podría responderte, pero según un artículo de BBC, Orwell si estaba denunciando la realidad, no tanto el futuro, sino el momento actual. Pues estaba criticando a la URSS

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