Ciencia Ficción y Política IV
1984 o los que no quedó en el tintero
En el artículo previo hablamos de la mayoría de los rasgos de la novela 1984. Explicamos algunos e intentamos establecer un paralelismo con la realidad. Aun así, fueron muchas las cosas que se quedaron en el tintero. Una de ellas, tal vez la más importante, fue aquella que tiene que ver con el trabajo que realizaba Winston y todo el papel de la neolengua.
Si
ustedes leen la obra, o tal vez investigan de que va la neolengua, se darán
cuenta que hay un afán no solo por
reinventar la realidad, como se expone en cierta parte de la, sino que además
hay un deseo de alterar el lenguaje y los conceptos.
A
grandes rasgos, podemos decir que los conceptos son representaciones simbólicas
de una idea abstracta y general. Como toda cuestión simbólica, el concepto
tiene un significado que va más allá de los signos que lo conforman y que
representan. Esta carga puede cambiar de acuerdo al contexto o la intención de
quien usa el concepto. Por eso, hay palabras que son polisémicas o que tiene
poseen más de un significado acorde una situación, contexto o tiempo.
Un
ejemplo de lo expuesto es el termino revolución. Originalmente esta palabra
proviene de la mecánica celeste, que nos remite al proceso de traslación que
realizan los cuerpos celestes, partiendo en un punto y terminando en el mismo.
En un principio revolución era un término netamente científico, que luego sería
usado en la política. Y es que, a finales durante el siglo XIX muchos de estos
términos científicos saltaron al lenguaje político. Y así, revolución llega a
la jerga política para hacer referencia a esos cambios de gobierno radicales,
donde se revisan las bases fundamentales de la forma de gobierno para
establecer algo nuevo. Tal como ocurrirá en Francia durante la revolución
francesa o en Norteamérica con la revolución de las colonias británicas.
Luego,
revolución se vincularía con la izquierda, gracias a la revolución rusa, y
entonces la palabra se cargaría, para occidente con un tono peyorativo para los
gobiernos democráticos de occidente. Esta palabra, por lo tanto, será vinculada
a la izquierda. Y entonces, ser revolucionario o hablar de revolución no está bien
visto para aquellos que son contrarios a esta idea.
Otras
palabras que suelen tener un uso diferente a su significado son: Radical y
Extremo. Generalmente asumimos que ambas cosas son sinónimos, y que hacen
referencia a cambios o decisiones exageradas. Pero en realidad radical hace
alusión a las cosas de raíz. Por lo tanto, cuando buscamos soluciones radicales
estamos tratando de atacar las causas de un fenómeno. El origen de radical
tiene que ver con raíz ¿Me siguen? Extremo, por su parte, tiene que ver con las
decisiones exageradas. Por lo tanto no se ataca necesariamente la raíz.
Hagamos
un ejercicio. Digamos que deseamos acabar con el crimen de una vez por todas.
Algunas personas dirían: Debemos matar a los criminales, sin importar el
crimen. Otras personas responderían que debemos atacar las causas que generan
la criminalidad. Y, probablemente, otro grupo dirá: debemos atacar las causas y
las consecuencias de la criminalidad; siendo esta última matar a todos los
criminales.
Pregunto
¿Cuál es la repuesta radical? ¿Cuál es la respuesta extrema? ¿Cuál combina
ambas? Bien, la primera es una decisión extrema, estamos atacando la
consecuencia de la criminalidad; pero no damos respuesta al fenómeno. La
segunda es una solución radical, porque estaríamos determinando cuales son las
causas del crimen y estaríamos atacando el problema de origen con la esperanza
de ponerle fin de una buena vez. La tercera es tanto radical como extrema. Se
atacarían las causas (pobreza) y la consecuencia (criminal) desde ambos puntos
se daría fin al fenómeno. Todo ello es desde cierto ángulo de vista un tanto
ideal, pero en el sentido práctico, probablemente tanto lo extremo, como lo
radical, generen más problemas que soluciones.
Con
frecuencia, las personas no usan estos términos de la forma como han sido
expuestas. Como ustedes pueden ver, los conceptos tienen un uso bien diferente
al significado tras ellos.
Esto
se refleja en 1984 cuando los personajes se valen del doblepensar para mantener
dos ideas contradictorias en la mente, pero expresar solo una. También se ve
cuando caemos en cuenta que el ministerio dedicado a la Guerra es el ministerio
de la Paz, y la represión corre por cuenta del ministerio del amor. Por último,
lo vemos a principio cuando nos dicen que todos los productos que se consumen
llevan el apelativo de la victoria.
Esta
es la sacarosa de la Victoria. El tabaco de la victoria, el pan de la
victoria…. Pero todos los productos eran pésimos y regulados, según nos cuenta
Winston. ¿Por qué se hace eso? Porque estas vinculado victoria, que significa
éxito o logro, con un producto malo. Para que el que lo consuma sepa que: a) lo
que tienes es producto de un gran esfuerzo, por lo tanto es un logro y b) no
hay nada mejor que esto c) decir que esto es malo, es negar las verdades
evidentes que el partido nos exponen. Así transformas un fracaso en un logro y
no quedas mal.
Eso
que hacen en la novela, y que tiene que ver con lo expuesto, se conoce como
llenado y vaciado de los conceptos. Cuando yo quiero cambiar la forma como se
usa o el sentido que tiene un concepto, yo lo despojo de las cualidades que
posee. Luego, por oposición o conveniencia yo lo lleno. Los presidentes
populistas se valen de dicha tecnica para crear matrices de opinión.
Un
ejemplo de esta técnica podemos verla en acción con el concepto de oligarquía
¿Por qué para el izquierdista latinoamericano el problema no es el aristócrata
o el burgués? Pues, sencillo por lo que vamos a exponer a continuación. Vera
este término hace referencia a una forma de gobierno donde un pequeño grupo
detenta el poder. Oligarquía, por cierto, es una forma degenerada de gobierno
en contraposición a la aristocracia. En gran medida se debe a que los oligarcas
no son los mejores. Sino que pueden ser los más ricos, o los que tengan las
armas. Si nos apegamos al sentido estricto de la palabra, lo cierto es que
todos los gobiernos son oligárquicos, porque muchos grupos, de tamaño pequeño o
mediano, son los que detentan o sostienen el poder en los Estados modernos.
Para
un gobierno revolucionario, republicano y americano la oligarquía es
intrínsecamente mala. Pero para la misma persona en Europa el malo no sería el
oligarca, sino el aristócrata. Como en nuestra tierra no existen aristócratas,
y si un izquierdista se pusiese a hablar de ellos, como la clase sociopolítica
a derrotar, muchos —hasta el menos formado— se burlarían en su cara. Es muy
probable que el individuo acusado de aristócrata demostrara con facilidad sus
orígenes humildes o los humildes orígenes del fundador de su familia. Con ello
aristocracia queda fuera del juego. Entonces, oligarquía, comprendida como
plutocracia, se vuelve el término idóneo. La burguesía no entra en juego,
porque en la mayoría de los países de la región no se ha profundizado en el
proceso de industrialización, por lo tanto burguesía en el sentido más
estricto, no existe.
El
gobierno venezolano, en su momento, hizo un ejercicio discusivo con las
palabras oligarquía y oligarca. Tomó ambos y los despojó de todos sus
significados básicos; y a través del opuesto o la oposición los rellenó dándole
otro significado. El oligarca no es solo el que forma de un reducido grupo que
detenta el poder y una serie de privilegios. Sino que además es una persona
vil, egoísta, con orígenes siniestros y de una ética y moral muy baja. El
oligarca desprecia y odia al pueblo. Todo eso se contrapone al revolucionario
que es moral y éticamente superior, que es humilde, noble y caritativo, coopera
y comparte y solo anhela el bien para los demás. A través de este ejercicio se
tomaron dos conceptos y se les dio una carga positiva a uno y peyorativa al
otro, que al calar en la mente de un individuo altera su discurso y accionar y
con ello la realidad.
Este
llenado y vaciado de los conceptos nos lleva a lo que se denomina posverdad.
Sobre ello, Pedro Baños nos dice lo siguiente
En
una sociedad compleja, donde prima la urgencia y la instantaneidad, es cada vez
más difícil realizar un análisis concienzudo, fiable, contrastado e imparcial.
Cada vez son menos frecuentes las investigaciones y los análisis independientes.
La mayor parte de los medios de comunicación dependen de fuentes de información
de dudosa solvencia y habitualmente condicionadas por determinados intereses.
Salvo honrosas excepciones, en lugar de realizar verdadero periodismo, emplean
informaciones sin contrastar, emiten imágenes sensacionalistas sin análisis ni
contenido y dan preferencia a los titulares más llamativos en detrimento del
rigor[i].
La
posverdad cobra forma cuando las personas asumen como cierto, y sin
criticar, lo expuesto por los medios.
Eso sin importar si existe una verdad evidente que niega lo dicho por los
medios de comunicación o un experto. El problema con la posverdad se encuentra
en el hecho de que el individuo asume su opinión o lo que le han dicho como
cierto, porque no importa lo que tú digas o la realidad sino lo que yo siento y
opino. Y es que la posverdad tiene algo que la hace muy potente y es que apela
a las emociones primarias. En 1984 es el medio, en nuestro mundo actual es un
sinfín de factores. Pero lo cierto es que todo esto, al igual que en la novela
nos lleva al pensamiento único.
Dado
que la posverdad es una imposición de algún grupo de interés, podemos decir que
hay un abuso de poder. Y que al despojarnos, por medio de la manipulación
emocional, la capacidad de pensar críticamente, entonces nos alienan de la
realidad y nos meten en un carril y lo peor es que las herramientas para
comunicarnos y emanciparnos son las que se vuelven cada vez más nuestros
grilletes. Muchas redes sociales, lejos de ser espacios para la democracia son
cotos cerrados donde muchos están cautivos de grupúsculos que manejan los hilos
de estos individuos.
Esto
en la novela es evidente… en nuestra realidad también, pero cuesta verlo. Con
este artículo daré por cerrado el tema sobre 1984, aunque quedan algunas
aristas por allí. Un ejemplo seria hablar de las zonas integradas y las zonas
no integradas del mundo, pero eso nos remitiría a la idea de la Guerra como un
elemento que genera paz; y eso ya fue expuesto.
El
valor de la novela de Orwell se encuentra en la denuncia de los regímenes
totalitario y en especial de las herramientas que estos han usado para controlar
a los ciudadanos. Para nuestro momento histórico, el valor del texto lo
hallamos en que nos permite identificar los mecanismos, instrumentos y canales
que algunos usan para ejercer el dominio sobre la mayoría.
[i] Baños, P
(2017) Así se domina el mundo: desvelando las claves del poder mundial.
Editorial Ariel, España. Pág. 249.
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