Bosquejando unas ideas: Monarquía, identidad y religión civil

 


El 8 de septiembre del 2022 la Reina Isabel II del Reino Unido murió a los 96 años. Han pasado 4 días y muchas cosas se han dicho sobre su muere. Algunos —no británicos— lloraron o se alegraron. Muchas personas más expresaron su extraña emociones a través de memes y los chistes de internet. Lo cierto, es que la muerte de este gobernante no ha dejado a nadie indiferente. A mí su fallecimiento no me afectó en ninguna forma, salvo que me asombró porque era algo que no esperaba, pero ya se veía venir. La señora había alcanzado los 96 años y ya estaba dando señales de hacer la transición.

En este apartado, es necesario nombrar algo, que se hizo hace meses, y llamó mi atención. Me refiero a Las celebraciones del Jubileo de su reinado. Este evento, que se hizo por todo lo alto, puso en evidencia lo que la monarquía y la reina representan para los británicos de a pie. Hoy que muchos de ellos están de luto por su gobernante, muchos son los americanos —en el sentido amplio de la palabra, no solo refiriéndose a los gringos—, que se mofan de esta costumbre. Otros, en cambio, cuestionan el papel y el valor que tiene la monarquía como forma de gobierno en un mundo donde las “repúblicas democráticas” son la mayoría (nótese el énfasis que hago)

Algunos plantean esa  interrogante desde la duda verdadera y el desconocimiento. Mi madre y hermanas, por ejemplo, me hicieron esa pregunta. Otros, republicanos e izquierdistas plantean esa pregunta desde su postura crítica, pero por encima de todo, desde la sorna y la odiosa superioridad moral que caracterizan al “revolucionario”.

Lo cierto es que la monarquía es un sistema de gobierno tan bueno y tan malo como cualquiera. Vamos, a mí me machacaron esta discusión durante casi toda la carrera, y la conclusión es que no hay un sistema mejor que otro. Aunque, algunos dirían que la poliarquía, o la politeia o la república es el mejor, porque en cierta medida sintetiza en su seno lo mejor de todas las formas de gobierno. Pero, siendo sincero, como funcionan algunas repúblicas democráticas, tanto en el primer como en el tercer mundo la premisa es, cuando menos, cuestionable.

Ahora, volviendo a la pregunta ¿Cuál es el valor de la monarquía, en especial una monarquía constitucional como es la inglesa? Lo cierto es que en este caso, y las otras monarquías limitadas de Europa, la monarquía funge como el mediador y el representante del Estado. Ellos son el Soberano, hasta cierto punto. Y  en muchos casos, garantiza la continuidad y estabilidad del sistema, al optar por la neutralidad y tomar cartas en el asunto en caso de necesidad. Tengo entendió, que en el caso de la Reina, pocas veces tuvo que actuar de forma contundente, pero ya la posibilidad o la amenaza de hacerlo era algo que metía en cintura a los políticos.

Por otro lado, la monarquía también es una cosa de identidad y tradición, especialmente en el Reino Unido. Es un símbolo que hermana a los diferentes reinos, que los une como una religión. En mayor o menos medida, forma parte de su identidad, de lo que es ser británico. Eso, sin importar si se es anglicano, ateo, presbiteriano y todas esas denominaciones del cristianismo.

El sentimiento de unión e identidad que genera la monarquía es el mismo que en las república tenemos alrededor de los símbolos patrios. Forma parte de lo que  Jean-Jacques Rousseau denominó como religión civil. En el  capítulo VIII del Libro Cuarto de su libro El Contrato Social (1762), para confrontar los valores religiosos establecidos por el cristianismo a aquellos que debían prevalecer en los ciudadanos de un Estado, determinado, a fin de permitir la perdurabilidad del pacto social, representado  por el soberano, de las garantías de  la cohesión social dice lo siguiente:

Hay según esto una profesión de fe meramente civil, cuyos artículos puede fijar el soberano, no precisamente como dogmas de religión, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los cuales es imposible ser buen ciudadano ni fiel súbdito. Sin poder obligar a nadie a creerlos, puede desterrar del Estado a cualquiera que no los crea; puede desterrarle, no como impío, sino como insociable, como incapaz de amar con sinceridad las leyes y la justicia, y de inmolar, en caso de necesidad, la vida al deber. ​

Esta práctica, reforzaría la identidad y, hasta cierto punto, estaría exenta de cualquier intolerancia o cosa por el estilo. Ya que este tipo de “religión y creencia” no tiene que ir en contra de la religión verdadera, aunque cumpliría con la idea primigenia con la cual fueron concebidas las religiones. Extendiendo un poco este concepto, la monarquía en muchos países, especialmente en el Reino Unido juega este papel; para eso —entre otras cosas— es que sirve.

Por último, quisiera destilar un poco de mala baba. Verán he leído a varios amigos y conocidos, y varios paisanos burlarse  —no solo ahorita a raíz de la muerte de la reina— del hecho de que los británicos sean devoto a su monarquía y tengan una reina. A muchos les parecen tonto y retrogrado que ellos tengan una reina, que tengan que soportar a una familia real parasitaria de la cual no pueden librarse. Por el contrario, celebran, que como americanos, republicanos y revolucionarios ellos pueden elegir sus gobernantes. Pero, yo pregunto ¿Quién es más tonto el británico que sabe quién le gobierna? ¿El británico que acepta que estas familias se mantengan en el poder y lo compartan con los representantes elementos como son el primer ministros y los miembros de la Cámara de Lores y Cámara de Comunes o nosotros los republicanos que habiendo elegido nuestros gobernantes tenemos aguantar a algunos que instrumentalizan el espíritu democrático y las instituciones para mantenerse en el poder?

Porque, seamos sinceros, los otros han aceptado a estas familias por tradición ¿Pero nosotros? Porque el drama para nosotros es que elegimos nuestros líderes, sabemos que podemos removerlos, pero aun así los mantenemos donde están, y mientras más autoritarios y conchudos son nuestros gobernantes, más tiempos los dejamos. También, algunos se mofaron por la muestra de dolor y el amor de los británicos por su Reina, pero olvidaron que a cierto presidente se le hicieron unos funerales que duraron mucho, que gente fue a verlo. Y que luego, como se hizo con Julio César y todos los emperadores después de él, al gobernante de este país, muy sui generis, se le divinizó. Se le subió de categoría y rango y se le concedieron donde como la eternidad. ¿No es la misma tontería? y para terminar de una vez por todas, vuelvo a repetir la duda que me aqueja: ¿Quién es el más tonto el atrapado en la tradición o el otro que se ha dejado atrapar y no hace nada para salir del cepo?

 

Comments

Más Populares

Perfiles: Manuel García-Pelayo y Alonso

AMLO y el fin de la OEA

Ángela Merkel: el fin de una era